“la Corporación de Estudiantes Cristianos, a quienes conocíamos como “córporos””
 



 La soberbia de Óscar Villegas Rico obligó a los estudiantes a   radicalizar su postura, demandando la Autonomía Universitaria.

 

Mis sexenios (2)

José Guadalupe Robledo Guerrero.

 

Antecedentes de la Autonomía:

En 1971-1972, la Preparatoria Nocturna se unió a la Federación de Estudiantes de Saltillo de la Universidad de Coahuila (Fesuc) a invitación de su Presidente, Mario H. Arizpe, uno de los principales líderes e ideólogos de la Autonomía Universitaria, quien era dirigente estudiantil de Ciencias Químicas. Luego de la Autonomía, a finales de 1974, por razones desconocidas, Mario dejaría la Coordinación de Extensión Universitaria de la UAC, y rompería con Melchor de los Santos y su grupo, y retornaría a su natal Ciudad Victoria, en donde es un próspero hombre de negocios.

Mario y su grupo estudiantil eran miembros de la Corporación de Estudiantes Cristianos, a quienes conocíamos como “córporos”, organización que comandaban en toda la República sacerdotes católicos que les servían de guías, asesores y maestros. Aquí en Saltillo, uno de los responsables de ese grupo era en ese entonces el cura Luis Fernando Nieto, ahora editorialista de Vanguardia (Luferni). En la UNAM y en otras universidades del país, los córporos eran grupos ultraderechistas y confesionales, violentos y porriles, pero en Saltillo la situación fue distinta, seguramente por las cualidades intelectuales y culturales de sus dirigentes.

La Corporación era uno de los dos grupos que ejercían el liderazgo entre los estudiantes saltillenses de la Universidad de Coahuila; el otro era el de los “comunistas” que por lecturas se identificaban con el marxismo, pero no era un grupo organizado, sino una corriente de pensamiento social que aglutinaba a sus miembros. Los “comunistas” no eran militantes, sino activistas. Ambos grupos, principalmente, unidos por la lucha y los objetivos universitarios, fueron quienes llevaron a la práctica –en 1973- el Movimiento por la Autonomía Universitaria de la ahora UAC.

Salvo algunas excepciones, la mayoría de los miembros de ambos grupos no se veían bien, unos y otros desconfiaban mutuamente, pero pudieron caminar juntos gracias a las actitudes respetuosas que lograron cultivar algunos de los principales dirigentes de los grupos. Cuando había desavenencias, las coincidencias los acercaban. Este fue el secreto para mantenerse unidos en el movimiento. Aún así, los córporos siempre tuvieron a los “comunistas” marginados de la información privilegiada, y del análisis de la misma.

La creación de la Fesuc es el principal antecedente del movimiento de Autonomía, motivado por la aparición en cada escuela de líderes estudiantiles, naturales y prestigiados ante sus bases. Este fenómeno inició un proceso de formación política e ideológica y creó las condiciones para la organización estudiantil.

La Fesuc se organizó durante el rectorado de Arnoldo Villarreal Zertuche, quien nunca la promovió, pero tampoco se opuso a su constitución. Debido a esa actitud respetuosa, Villarreal Zertuche no obstaculizó nuestras actividades organizativas, ni cuestionó nuestros pensamientos de independencia. Quizás por eso, Villegas Rico lo culpó del movimiento estudiantil que se generó con su renuncia como Rector.

Sin embargo, esa acusación villeguista fue una calumnia, pues Villarreal Zertuche siempre ha fue un hombre del sistema, nunca hizo nada por manipularnos, ni tampoco se prestó a ninguna conspiración en contra de la Junta de Gobierno, ya que a ella le debía el cargo de Rector.

La renuncia a la Rectoría la hizo Arnoldo Villarreal para irse como candidato a Diputado Federal, y fue un elemento importante en los sucesos universitarios que se desencadenaron.

La curul en la Cámara de Diputados la consiguió Villarreal Zertuche gracias a Luis Echeverría Álvarez, entonces Presidente de la República, quien quería que algunos rectores fueran representantes populares, como parte de su política de acercamiento con los estudiantes, que cinco años atrás había masacrado en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

La renuncia del Rector se dio en el momento en que la Fesuc se encontraba consolidada como organización estudiantil. Por eso, una vez que los dirigentes estudiantiles supieron de la renuncia fueron a dialogar con los responsables de la Junta de Gobierno, que en aquel tiempo era el órgano supremo de autoridad en la Universidad, y por ende designaba a sus autoridades. (Hoy sigue igual, pero antes de la Autonomía esto era legal y ahora constituye una violación a la legislación de la UAC).

La Junta de Gobierno la presidía el Gobernador del Estado, y el Secretario General de Gobierno actuaba como secretario del mencionado organismo. Por eso los líderes estudiantiles de la Fesuc se entrevistaron con Eulalio Gutiérrez Treviño y Oscar Villegas Rico, a quienes se les planteó la inquietud de que fuera Armando Fuentes Aguirre el que sustituyera a Villarreal Zertuche.

En ese momento nadie hablaba de Autonomía Universitaria, pero la sordera y el autoritarismo de Villegas Rico generaron la inquietud estudiantil de buscar otra alternativa ante la negativa gubernamental. La decisión de luchar por la Autonomía ante la intransigencia del Secretario General de Gobierno, no fue una opción desesperada, sino parte de un proceso de politización que llevaba meses realizándose.

Las ideas de autonomía

La Fesuc era dirigida por líderes que se habían fogueado en las luchas que se dieron en sus escuelas para conseguir laboratorios, para expulsar malos profesores o para quitar de las sociedades de alumnos a espurios representantes. Esa politización incluía ideas sobre lo que debería ser la universidad y su gobierno.

Algunos dirigentes de la Fesuc promovieron la lectura de escritos publicados por la UNAM relacionados con la Autonomía Universitaria. La mayor parte de los líderes estudiantiles admiraban a los primeros universitarios sudamericanos que obtuvieron la Autonomía Universitaria. No todos los dirigentes eran eruditos en la materia, pero manejaban los conceptos elementales y estaban convencidos que la autonomía con respecto al estado era la mejor alternativa para crear una nueva universidad, más plural, libre y participativa.

Para los dirigentes estudiantiles, la Autonomía Universitaria se basaba en dos cuestiones fundamentales: La capacidad de autolegislación y el derecho de elegir a sus autoridades, las que estaban enmarcadas en el convencimiento de que la Universidad era una institución creada por el pueblo y por lo tanto debía servir a los intereses, demandas y aspiraciones de los sectores sociales que la hacían posible.

De esta concepción se derivó un proyecto de Universidad y se determinó que sus principales funciones eran: la excelencia académica, la investigación científica y la difusión de la cultura; pero había otra motivación que influyó en el ánimo de los jóvenes protagonistas: el movimiento estudiantil de 1968, iniciado en Francia y concluido en México con la matanza del 2 de octubre.

La mayor parte de los líderes estudiantiles estaban influenciados por las ideas de independencia política, cuyos sobrevivientes todavía siguen luchando por hacer realidad sus proyectos. La ideología juvenil de esa generación, era una mezcla de Juan XXIII y Carlos Marx, pasando por Jean Paul Sartre, los Beatles y El Quijote, con la cual discutieron y participaron. De allí que la lucha por la Autonomía fue un proceso de politización cultivado por las ideas, la organización y el activismo, cuyos antecedentes prácticos se dieron en los movimientos estudiantiles de Ciencias Químicas, Leyes, Ateneo Fuente y la Preparatoria Nocturna, entre otras.

La generación estudiantil que luchó por la Autonomía de la Universidad de Coahuila no era homogénea. Había diferencias de extracción de clase, ideología y formación académica, sin embargo había puntos de coincidencia: el diálogo y la concertación, se respetaba el pluralismo y se pugnaba por la democracia, y había sentido común, buena fe y ganas de cambiar el mundo. Todavía el sistema no contaminaba la rebeldía juvenil, tal vez por eso había un criterio abierto, y el liderazgo emanaba del prestigio ante las bases.

Las lecturas de aquel entonces tenían un tronco común: Hermann Hesse, Erich Fromm, Eduardo Galeano, Paulo Freire, Sartre, Nietszche, Marx y los clásicos griegos. Estos y otros autores más habrían de definir la ideología que saltaba en las discusiones de los dirigentes estudiantiles.

La lucha por la autonomía tuvo una gran riqueza ideológica, pero un sólo objetivo: la Universidad. Desde entonces aparecieron dos visiones sobre lo que debía ser la Universidad. Unos realzaron el aspecto político-administrativo que tenía como fin crear una estructura para realizar las funciones educativas; otros le dieron mayor importancia a la función de la Universidad como agente del cambio social, pero todos estuvieron de acuerdo en conseguir la Autonomía para lograr la capacidad de autolegislación y la elección de las autoridades universitarias.

Estas dos aspiraciones eran facultades de la Junta de Gobierno, por esa razón el movimiento por la Autonomía se planteó como una lucha contra el gobierno estatal, cuyo lado negativo personificaba Oscar Villegas Rico, quien con su intransigente soberbia obligó a los estudiantes a radicalizar su postura, convirtiendo una petición puramente estudiantil en un movimiento político.

En este mar de ideas surgió un principio esencial que hasta la fecha subsiste: la universidad es una institución sostenida por el pueblo y por lo tanto, los universitarios tienen la obligación de devolverle al pueblo algo de lo mucho que se recibe. De este principio se desprendió la idea, de que el gobierno sólo es el conducto formal del pueblo para canalizarle a la Universidad los recursos para su operación.

Bajo las dos premisas anteriores, se llegó a la conclusión de que el verdadero compromiso de la Universidad y de los universitarios eran con el pueblo, no con el gobierno. Por eso la Autonomía Universitaria se planteó como un movimiento de independencia con respecto al Estado, pero de íntima relación con los problemas sociales.

Estas ideas, que hoy a 35 años de distancia se han olvidado, están escritas en lo que a mi juicio es el principal documento universitario: la Declaración de Principios, para que la comunidad universitaria de ahora o del futuro la haga valer, porque es parte del legado histórico que dejó la generación que luchó por la Autonomía.

La Declaración de Principios recogió la filosofía social de quienes lucharon por la Autonomía, y fue el ideario para que los universitarios se comprometiera en dos importantes luchas sociales que se realizaron en 1974: El movimiento de la colonia Chamizal y la huelga obrera de Cinsa-Cifunsa.

En nuestros días estas referencias se antojan lejanas y superadas, pero sus repercusiones siguen vigentes. Allí está el movimiento popular con naturalización propia y con una fuerza real que tratan de ganarse todos los partidos electoreros. También quedó en la conciencia saltillense la desmistificación del poderío empresarial del GIS y de la falsa bondad de sus propietarios.

Pero lo más importante para los universitarios, es que allí están los instrumentos legislativos procreados en el movimiento estudiantil de 1973, para que sean utilizados por las nuevas generaciones en el restablecimiento de los valores que sustentan la existencia de la UAC: La Declaración de Principios y el Estatuto Universitario.

De todos modos, la intención de recordar las ideas que originaron la Autonomía, no deja de ser un buen principio para hurgar en el pensamiento que sirvió de crisol a la Autonomía, y a la conciencia de miles de jóvenes que aún recuerdan con nostalgia una etapa que no ha concluido.

Grupos de la Autonomía

Como ya lo dijimos, los principales líderes estudiantiles que dirigieron el movimiento de la Autonomía y que estaban organizados en la Fesuc, se aglutinaban en dos grandes corrientes: los córporos católicos que no despreciaban el conocimiento del marxismo, y los simpatizantes de Marx que nunca dejaron de ser cristianos.

De los principales dirigentes y activistas de la generación de Autonomía recuerdo a pocos y olvido a muchos: Juan Sánchez Segovia (+), Oscar Pimentel, Pablo Reyes (+), Jorge Peart, Mario Arizpe, José Luis y Alejandro Dávila, Humberto Valdez (Ursus), Alfio Vega, Jorge Valero, Federico Molinar, Armando Galván, Norma Amelia Flores, Ricardo Valdez, Carlos Fonseca, Joel Ramírez (+), Anselmo Pinales, Víctor Manuel Luna, Francisco López, Mario Valencia, Víctor Manuel Peña, Víctor Silva, José Cruz Herrera, Patricia Pérez, Jesús Elías Hernández, Walter Escobar, Claudio Montoya, Jesús Salas Jáuregui, y otros muchos que se me pierden en la oscuridad de los años.

Pero con esta pequeña nómina nos damos una idea de los que participaron en la lucha universitaria de 1973, porque algunos todavía continúan empeñándose en hacer valer sus proyectos sociales. Unos en partidos y organizaciones políticas; otros como funcionarios públicos; algunos más en sindicatos, organismos gremiales y empresas; y el resto en distintas actividades, pero todos llevando en sus mentes un expediente lleno de experiencias.

La lucha en pos de la Autonomía Universitaria fue un movimiento de masas, a la cual se unieron estudiantes de la Normal Superior, del Colegio Zaragoza, del Colegio México, de la secundaria Berrueto, del Tecnológico de Saltillo, y de muchos otros centros educativos. Allí estuvieron apoyando a los estudiantes en lucha obreros y trabajadoras de distintas empresas, dándoles ánimos y estimulando la rebeldía.

La lucha por la Autonomía se dio básicamente en Saltillo. En Torreón la mayoría se mantuvo al margen del movimiento, debido a que algunos de los líderes estudiantiles laguneros estaban comprometidos con la Junta de Gobierno, y otros querían aprovechar la ocasión para separarse de la Universidad de Coahuila y darle nacimiento a la Universidad Autónoma de la Laguna, como primer paso para lograr su proyecto separatista: el estado libre y soberano de La Laguna, que ha sido impulsado permanentemente por el sector empresarial de aquella región coahuilense.

La lucha por la Autonomía tuvo el apoyo de los estudiantes de la Preparatoria Agua Nueva de San Pedro de las Colonias. Los principales líderes estudiantiles de aquel entonces eran Javier Guerrero García y Raúl Sifuentes Guerrero.

Desde entonces, entre los dirigentes estudiantiles de Saltillo y Torreón ha habido una continua diferencia. Los líderes laguneros, salvo honrosas excepciones, siempre han mostrado sus preferencias por las autoridades en turno. Según se cree, la razón de esta actitud se debe a que han mantenido una íntima relación con los grupos políticos y económicos de la Región Lagunera.

En Saltillo ha sido diferente. A 35 años de distancia creo que en 1973 la Fesuc no estaba mayormente infiltrada por los grupos políticos y económicos locales. Al menos no para mostrar obediencia y docilidad. Por eso la lucha de Autonomía fue genuina y mantuvo la unidad basada en las ideas y en la concertación de acciones.

En lo personal, confieso, en 1973 no entendía de grupos políticos y económicos. Recuerdo que en esa época sólo sabía el nombre de cuatro políticos. A Eulalio Gutiérrez Treviño lo conocía, porque como gobernador lo había tratado un par de ocasiones cuando fui con mis compañeros de la Fesuc a exponerle nuestras propuestas, y desde entonces guardo una grata impresión por su trato cordial y su actitud respetuosa.

A Oscar Villegas Rico, lo tenía presente, porque desde que lo traté por primera vez me dejó una mala imagen por su conducta prepotente, luego su comportamiento en el movimiento de Autonomía me reafirmaría esa animadversión. Conocí a Villegas antes de la Autonomía, porque junto con otros compañeros de la Preparatoria Nocturna nos entrevistamos con él a raíz de la jubilación de Evelio González como director de nuestra escuela, y como Oscar Villegas era quien manejaba la Junta de Gobierno, fuimos a pedirle que tomara en cuenta al profesor Gilberto Duque en la terna de candidatos para la dirección.

Villegas Rico nos tuvo en la antesala un par de horas. Cuando nos recibió, lo hizo apresurada-mente. De pié, atrás del escritorio de su despacho, nos preguntó: ¿Qué quieren? -Señor venimos pedirle que la Junta de Gobierno considere al profesor Gilberto Duque para la dirección de la Preparatoria Nocturna. Los estudiantes de nuestra escuela nos identificamos con él.

Nuestra petición fue respetuosa, su respuesta maleducada. Soberbio nos dijo: “A mi no me vengan a decir lo que tengo que hacer, ya veremos a quien mandamos”. Salimos de su despacho con una mezcla de impotencia y resentimiento. No merecíamos ese trato, sólo queríamos a un director que se identificara con los estudiantes-trabajadores. Mi conclusión de aquella entrevista fue sencilla: Villegas es del gobierno y es priista; eso fue determinante en mis posteriores participaciones políticas.

En el movimiento de Autonomía, Villegas no cambió su peculiar autoritarismo. Su prepotencia y soberbia lo convirtió en enemigo del movimiento por la Autonomía. Como líder universitario nunca más quise tratar con él, porque personificaba lo que no queríamos: autoritarismo, intolerancia y control político.

La historia registra nuestra pugna. A Villegas Rico lo vencimos durante la Autonomía. Posteriormente cuando llegó a la Rectoría por obra y gracia de Flores Tapia, volvimos a derrotarlo en su idea de imponer a Valeriano Valdés como su sucesor, lo cual generó el movimiento Pro Dignificación de la UAC.
Al tercer político que conocí en aquellos tiempos estudiantiles, fue a Luis Horacio Salinas Aguilera. Nunca antes había tratado con él, ni sabía por qué la mayoría de los líderes de la Corporación lo repudiaba. Recuerdo con claridad el día que me percaté de la existencia de Luis Horacio.

En uno de los primeros días de la lucha por la Autonomía, cientos de estudiantes nos dimos cita en la Plaza de Armas. Demandábamos hablar con el gobernador Eulalio Gutiérrez, y se nos propuso formar una comisión para entrevistarnos con él, pero no aceptamos, queríamos que el gobernador saliera a dialogar con todos.

El gobernador aceptó bajar de su despacho y encontrarse con la masa estudiantil. Nunca olvidé que mientras el gobernador salía por la puerta principal de Palacio, Villegas Rico burlonamente se solazaba de la situación que dominaba desde la ventana del despacho gubernamental. No nos extrañó el comportamiento de Villegas, pues sabíamos que su deseo era que nos radicalizáramos y agrediéramos al gobernador para triunfar en sus intrigas e imponer su voluntad.

Cuando Eulalio Gutiérrez salió del edificio, detrás de él venía Luis Horario Salinas Aguilera, en ese entonces Alcalde de Saltillo. En el momento que se pararon frente a la masa estudiantil, algunos líderes de la Corporación comenzaron a gritar insultos contra Luis Horacio, lo que provocó que muchos estudiantes comenzaran a arrojarle pequeños objetos y cáscaras de naranja mientras a coro gritaban, alentados por los córporos: -¡fuera, no te queremos aquí!

La exigencia era que no estuviera el Presidente Municipal en nuestro diálogo con el gobernador. Comprendiendo el estado de ánimo de los estudiantes, el gobernador le pidió a su acompañante que lo dejara solo. Así conocí a Salinas Aguilera .

El cuarto político con quien me tropecé fue Óscar Flores Tapia. Tal vez sea una blasfemia política, pero nunca antes había oído hablar del poderoso Senador coahuilense, a pesar de que era uno de los más influyentes del país. Tiempo después supe que Flores Tapia convirtió en diputados federales a Arnoldo Villarreal Zertuche y a Jesús Roberto Dávila Narro, frustrando las aspiraciones de Villegas Rico. Ni siquiera eso sabía, ¡bendita desinformación política!

Pero volvamos a mi primer encuentro con el que luego sería gobernador de Coahuila. En uno de los primeros días del movimiento por la Autonomía, como miembro del Comité de Lucha me tocó cuidar la puerta de Rectoría que teníamos en nuestro poder. En eso estaba, cuando se paró frente al edificio un automóvil, del cual bajó un hombre gordo con caminar de gente importante, seguro de sí mismo y partiendo plaza.

Llegó hasta la puerta, iba solo, se apersonó ante mi y con aires de autosuficiencia dijo: “Quiero hablar con Pablo Reyes (Presidente de la Fesuc), déjame entrar”. –No puedo señor, le dije. “Yo soy el Senador Flores Tapia”, gruñó altanero. –No puedo dejarlo pasar, contesté. En aquel tiempo, y ahora, no sé qué hace un Senador de la República, pero poco me importaba, pues yo tenía una comisión y la cumpliría a como diera lugar.

Ante mi intransigencia, Flores Tapia cambió su petición: “Entonces háblale, aquí lo espero”. Pablo Reyes acudió al llamado, y se alejó con Flores Tapia. No supe qué se dijeron, pero Pablo tuvo problemas con algunos líderes del Comité de Lucha, pues nadie estaba autorizado para hablar con gentes del gobierno, para eso había que pedirle permiso al Comité. Así conocí al político más cortejado por los lacayos del poder.

Quizás por esta ignorancia política enfrentamos al estado sin temor a la represión. No nos importaba incluso, que cinco años atrás se había masacrado a los estudiantes universitarios, precisamente por el mismo personaje que en 1973 dirigía los destinos del país: Luis Echeverría.

Toda esta ingenuidad es cierta, derivada de la desinformación política. Pero hasta la fecha no acepto para mi generación el título de idealista o romántico, menos para aquellos que querían cambiar al mundo.Por eso sustituimos la información política, con la teoría y la práctica del deber ser: pugnábamos por la democracia y la ejercitamos, respetábamos la pluralidad de ideas y las hacíamos valer, amabámos la libertad y fuimos congruentes luchando por la Autonomía Universitaria, en aras de implementar un proyecto, que hoy se le calificaría de moderno: democrático, humanista y popular...

 

 

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